El juego activo ayuda a los niños con la coordinación, balance, habilidades motoras y a gastar su energía natural (lo que promueve mejores hábitos alimenticios y del sueño).
Durante el juego, los niños aprenden a lidiar con emociones como el miedo, la frustración, el enojo y la agresividad, en una situación en la que ellos tienen el control. También el juego les permite poner en práctica la empatía y la comprensión.
Jugar con otras personas ayuda a los niños a negociar las dinámicas en grupo, colaborar, comprometerse, relacionarse con los sentimientos de otros y compartir – la lista sigue y sigue.
Los niños aprenden a pensar, leer, recordar, razonar y prestar atención a través del juego.
Al dejar que la imaginación se libere durante el juego, los niños pueden crear nuevas palabras y darle forma a ideas únicas y a encontrar soluciones a problemas y desafíos.
El juego les permite a los niños intercambiar pensamientos, información o mensajes a través de conversaciones, señales, escritos o acciones.